Oración de un Estudiante
Por Jerónimo Hernández
 SANTIAGO en penumbra.
Ya no brilla el incendio
que cuajaron las luces
de los focos eléctricos.
Llamas de cirios votivos,
murmullo y rumor de rezos
en la sombra misteriosa
que aletea en el ámbito del templo.
Es la hora de las altas estrellas,
cuando duerme el silencio,
cuando vuelan mejor las plegarias
como. el humo de incienso.
Cerca de la verja mutilada,
hierático y severo,
cual hito alzado en el camino,
clava los dardos de sus ojos negros
en la Virgen sagrada
un Estudiante de clásico atuendo.
Habla a su modo y le dice lo que siente
en ese lenguaje romancero,
con sabor a terruño,
como sabe el vino de los odres viejos.
«Vengo a verte –le dice–, como tos los años,
y a contarte argunas cosas en secreto
agora que estás sola
y naide hay entremedio,
entre yo y Tú. Tú, ná menos que la Virgen;
y yo, un estudiante de los viejos.
Ya sabes el que soy, sin más palabras,
porque munchos años que nus conocemos,
y me paice que Tú aun me conoces
muncho más que yo a mí mesmo.
Dimpués, cuando arremate,
te rezaré pa ti un Padrenuestro,
porque la Salve, ná más sé que la metá
y m’enquivoco yo solo si la rezo.
¡ Estás mu rebién en ese trono,
y Santiago dista es más nuevo!
Paíce otra cosa en estos días,
porque tó está lleno.
No vengo muncho por aquí, es la verdá
cuai cuasi que ná, es cierto;
ná más que por cumplir con la familia
en argunos entierros.
Es que, la verdá, yo creo en ti,
pero en zarandajas, pos no creo.
No sé si arguna vez he creído en Dios,
pero meterme tó eso
de la Iglesia, de Misa y comurgar…
me paíce qu’es cuento,
y no m’entra mu bien en la mollera
que haga muncha farta pa ser güeno.
¡ A lo mejor m’estoy equivocando..!
Si Tú me lo dijeras en secreto..!
A ti sí te creería,
aunque duro es creerlo.
Disca que Tú no lo jures,
no me se mete en el seso
que haiga de confesar
pa estar con ti en el cielo.
¿Qué dirían tos mis amigos
si saben que me confieso?
¡ Pos ná! ¡ Pos… que soy un rana!
¡ y a naide se lo consiento!
En Fiestas, ya es otra cosa.
Tos estamos mu contentos
de que estés entre nusotros,
que de verdá te queremos.
¡ Mira! Allí hay un «arrastrao»
que no entra pa ná en el templo,
y agora, reza que reza,
y se da gorpes de pecho.
Es lo que siempre m’he dicho : qu’en Fiestas
viene aquí cuasi tó el pueblo.
Dimpués, cuando s’han pasao,
a trebajar como un negro
pa llevar la casa alante :
tres ñacos, mujer y suegro.
¿No te paíce qu’es muncho
uno solo con un sueldo
y seis pa comer las crillas
y arguna tajá de cerdo?
¡Y no creas qu’es grano anís
aguantar mecha en ibierno
como están ya toas las cosas
y como s’están pusiendo!
Pero ¿qué le vas hacer?
Pos güena cara al mal tiempo,
y a divirtirme en las Fiestas
disca qu’el rabo se le caiga al perro
¡Las dos de la madrugá!
¡Recáscaras! Agora mesmo
me voy pitando a «La Troya»
pa que no m’echen de menos.
Hemos cenao ahí, en la plaza,
toa la comparsa ar completo,
güevos con sardinas fritas,
que s’agarran al resuello.
Y dimpués, en la Retreta,
por mantenerme bien tieso
no bebí ni gaseosa,
aunque estaba ya reseco.
Agora tendré c’ahogar
a las sardinas, bebiendo
argo fuerte, porque en agua
están como en su elemento.
¡ Hay que ver la gran jarana
qu’en «La Troya» nus corremos
disca que abren los churros
y s’acuestan los serenos!
Di Tú, que lo sabes tó :
¿es qu’es mu malo tó esto
si s’enfarinan ná más
que ocho u diez de los festeros?
Ya h’estao un rato con ti.
Sabes mu bien que te quiero, y
si estuvieras aquí presente, to el año entero
pos te vería munchas veces,
mas como te vas tan presto…
el día nueve, mu trempano…
¡pos bastante que lo siento
cuando voy a despedirte
con adioses y recuerdos,
con dos lagrimones gordos,
disca que güervas de nuevo!
Y no te olvido en jamás
aunque no estés, porque tengo
en mi casa dos Virtudes,
que valen cuasi un imperio.
Ya t’he contao toas las cosas.
Con ti sí que me confieso.
Te rezaré lo que sé,
qu’es tarde, y m’estoy yendo.
Pa ti, la Virgen más guapa de toas :
«Padre nuestro, qu’estás en los cielos…».
Extraído de la Revista Villena de 1963
Cedida por… Avelina y Natalia García