LAGRIMAS DE UNA NOCHE DE VERANO

Lo que se decía en aquella serie de los ochenta: “Me encanta que los planes salgan bien”, no pudo llevarse a cabo el primer sábado de septiembre, concretamente por la noche y en la Troya. Después de un verano tórrido y seco a más no poder, nos plantamos en septiembre con las dudas e incertidumbres de todos los años en cuanto a la meteorología. Al fin y al cabo, no controlamos las cabañuelas, y siempre miramos al cielo con preocupación porque septiembre, es septiembre. Y no defraudó, en parte. Si las Fiestas se libraron de los temporales que azotaron el resto de España, a los días previos les tocó un ramalazo de esa tormenta perfecta que actúo con nocturnidad. Aquel sábado encapotó el cielo villenero desde el mediodía, respetando la tarde para unos, pero descargando con ira para otros bajo el auspicio de la noche. Es la ruleta rusa del tiempo.

La comparsa de Estudiantes recuperó la noche mágica de la Confirmación de su Madrina mayor en septiembre, el día 2 concretamente y sábado, aprovechando el calendario. Después de una semana en la que las temperaturas se desviaron, para abajo, de lo vivido hasta ese momento en verano y que se pronosticaba lluvia desde días atrás, los organizadores no las tenían todas consigo. Todo estaba preparado, la Troya se vistió guapa para la ocasión y los invitados lucieron sus mejores galas. La ocasión invitaba a ello. Pero en el ambiente se rumiaba incertidumbre y cierto miedo. Olía a lluvia, gustase o no. Y rara vez lo olores se equivocan.

Tras una cena en condiciones envidiables, y una vez abiertas las puertas al público y con todo preparado, empezó a llover tímidamente. Muchos cruzaron los dedos esperando que fuera un espejismo, pero nada más lejos de la realidad. Cuando empezó la locución de Carmen Sánchez, como maestra de ceremonias, el cielo pareció caerse sobre nuestras cabezas. Fue como si los propios Zeus, Neptuno y Tláloc estuvieran asomados a un balcón celestial viendo lo que pasaba, y dejaron caer toda el agua que llevaban encima. Toda el agua que no cayó en un año. Y el mundo se paró en aquel instante.

Con la multitud resguardada donde se podía, viendo caer el agua de cielo, se intentó aguantar hasta el final. Pero no hubo tregua. Se anunció la suspensión del acto y la lluvia se transformó en lágrimas en las mejillas de una Madrina. Aquellas lagrimas mostraban tristeza e impotencia, lagrimas que todos compartimos. Porque la noche que iba a ser su noche se truncó y no quedaba tiempo para reaccionar. Las Fiestas asomaban a la vuelta de la esquina.

Tras duras deliberaciones se eligió una fecha y momento considerado como el menos malo. Ni iba a gustar ese ni iba a gustar otro. Las estrecheces del calendario no invitaban a consenso, y de los huecos posibles se eligió la tarde del 4 de septiembre, a las 20:00 horas. Día 4, cenas, concierto en el Teatro Chapí, … Todo un brindis al fracaso, pero… no se podía dejar sin su momento especial a la Madrina. Aún con los últimos rescoldos de la luz del día, comenzó de nuevo el acto de confirmación. Desde el principio, pues en la fatídica noche de autos no hubo tiempo para florituras. Y los que nos encontrábamos en las primeras filas al darnos la vuelta pudimos observar, con orgullo y alegría, como la gente no falló a nuestra Madrina. Hubo representación de las instituciones municipales y festeras, todas las comparsas (TODAS) hicieron acto de presencia representadas por sus directivas y cargos. Todas. Hicieron encajes de bolillos para asistir y acompañar a los cargos de los Estudiantes en su “segunda” noche, a pesar de las horas, fecha y circunstancias. Nos quedamos cortos en agradecer esa actitud, la cual demuestra el buen estado de camaradería entras las diferentes comparsas de Villena, a pesar de las diferencias que se puedan tener.

Ese 4 de septiembre sí que se pudo llevar a buen puerto el acto, sencillo y lleno de música. La Madrina de los Estudiantes y su capitán y alférez, pudieron disfrutar de su gran momento y ser por unos instantes el centro del universo festero. No fue fácil olvidar la lluvia del día 2 de septiembre, pero debemos dejarlo como una anécdota festera más, de esas que al cabo de los años se recuerda en las efemérides. Una anécdota bañada en lagrimas de una noche de verano.