DOS FACETAS LÚDICAS … DE JOSÉ MARÍA SOLER GARCÍA
Comparsa de Estudiantes por la Corredera.
(José María Soler, primero a la izquierda del cabo)

En una vida dedicada a la investigación como la de José María Soler García no faltaron momentos en los que predominó el carácter lúdico y que vistos hoy incluso resultan chocantes, conoce­dores de la personalidad de nuestro insigne paisano. De entre ellos vamos a glosar dos. En primer lugar, su faceta festera como miembro de la Comparsa de Estudiantes, y, en segundo lugar, como banderillero en un festejo benéfico celebrado en nuestra plaza de toros el año 1930.
José María Soler se incorporó a la Comparsa de Estudiantes el año 1926 y desfiló vistiendo su unifor­me hasta las fiestas de 1935. Después del paréntesis provocado por la guerra civil, no volvió a par­ticipar en el seno de la comparsa. El traje era idéntico al de la actuali­dad, aunque se usaba indistinta­mente el lápiz y la cuchara. Fue este grupo de amigos el que deci­dió incoporar la gola.
El propio Soler recuerda perfec­tamente como presenciando la entrada de 1925 en el exterior del Casino Villenense, con un grupo de amigos, surgió la idea de incorpo­rarse a una de las comparsas exis­tentes, bastante alicaídas por aquel entonces. Cuenta Soler que aquel año desfilaron solamente cuatro estudiantes, sin banda de música propia, detrás de la del Bando Marroquí. Y que al verlos, excla­mó: ¿ por qué no desfilamos con éstos ?. Y así se tomó la decisión.
El primer año desfilaron trece de estos amigos, acompañando a los antiguos estudiantes, a quienes hicieron un traje nuevo para que lo lucieran igual que ellos. Cada uno de los cuales tuvo su nombre de guerra, siendo la relación la que sigue: Paco Hernández López (Carrasca): Juan Martínez Bravo (Atleta): Enrique Martín Palao (Moriles); Juan López Pérez (Rojico); José García Valiente (Pestaña); Fernando Bonastre Pérez (El Quinto); José López Navarro (Perete); Joaquín Pérez Maestre (El Chimo); José María Soler (El Peatón); José Tornero golf (Tornere); Antonio Valor Estevan (Cuqui); Salvador Amorós Cerdán (Mariano toca) y Francisco Valor Estevan (Pepona).
El mote de Soler venía dado por la condición de trabajador de correos. Quienes repartían la correspondencia por los pueblos, como él, eran denominados -peato­nes-. Recuerda José María Soler que Chimo Pérez, -que tenía madera de líder-, fue el indiscuti­ble coordinador de todo lo que en el grupo se coció. -Por encima del capitán o el alférez de turno, Chimo Pérez era, en definitiva, el que llevaba la comparsa adelante-.
En aquellos tiempos en los que LaTroya no había sido inventada, la casa del capitán era el lugar de reunión, almuerzo y de cena de todos los componentes de la comparsa, ­que al no ser muchos, podí­an congregarse en un solo domicilio. ­Una cláusula en el contrato de la banda de música especificaba que ésta debía tocar también duran­te toda la noche en la calle, junto a la casa del capitán, en donde se lle­vaba a cabo el popular baile por parte de todo el vecindario. Mientras unos músicos permanecí­an en el mismo, otros acudían a la diana de las siete de la mañana. Los festeros, sin embargo, eran ubicuos, y, sin solución de conti­nuidad, asistían a la verbena calle­jera y a la diana.
Uno de los puntos fuertes de las fiestas, por aquel entonces, era la arcabucería. Prácticamente la tota­lidad de los componentes de la comparsa participaban en todos los actos en los que había descargas – los mismos que en la actualidad más la entrada de capitanes de la tarde del 9 de septiembre – con su arcabuz.
Soler recuerda esta época con gran cariño, e incide en su carácter popular y en la camaradería exis­tente entre todos los participantes como lo mejor de esta etapa, un período no comparable en ningún orden con el actual.
En lo concerniente al traje de la comparsa de Estudiantes, hay que destacar que fue precisamente en este momento cuando se tomó el acuerdo, por parte de este grupo de amigos, de uniformarlo, suprimien­do las puntillas del cuello de la guerrera, e introduciendo la gor­guera. Las cucharas cohabitaron desde entonces hasta mucho des­pués con los lápices.

Par de banderillas a cargo de José María Soler en una novillada de 1930.Por lo que respecta a ese par de banderillas clavadas en lo alto, momento que certeramente captó con su cámara Pepe Rodes, José María Soler no deja de congratular­se por el hallazgo de este docu­mento gráfico que ratifica lo que para él, hasta ahora, sólo era un grato recuerdo.
El festejo tuvo lugar el 18 de mayo de 1930 en la plaza de toros de Villena, y se denominó – la novi­llada del perro gordo -, porque eso era lo que costaba la entrada. En la prensa de la época se puede encon­trar el cartel completo del festival.
Antonio Sempere
Extraído de… Día 4 que fuera 1993. Publicado en Villena Cuéntame